“Para mí la vida es Cristo”
Por nuestra consagración religiosa como hermanas de San Pablo, nos hemos comprometido a centrar y a arraigar nuestra vida en la experiencia pascual de Cristo.

Desde nuestro bautizo su amor nos identifica a Él y nos arraiga en su Pascua. Alcanzadas por su amo, somos llamadas a crecer en Él y a dejarle vivir de nuevo en nosotras, y con nosotras, su misterio pascual. “No creo haber conseguido ya la meta, ni me considero perfecto, sino que prosigo mi carrera hasta alcanzar a Cristo quien ya me dio alcance (Fil 3, 12”
Nuestra consagración nos lleva a vivir, profundamente unidas a Cristo, quien aceptó su muerte para que tengamos vida. Siguiendo a ejemplo de nuestro Señor Jesús entraremos más profundamente a su misterio pascual, aceptando los sufrimientos de cada día, hasta el último encuentro con el Señor. Nuestra vida ordinaria, a veces aburrida puede ser transformada si lo aceptamos todo por amor y en unión con Jesús crucificado.
La espiritualidad cristocéntrica y pascual es una fuente de unidad, de compromiso y de crecimiento en nuestra Congregación. Comprometidas con Cristo las Hermanas de San Pablo buscamos encarnar el misterio pascual en todos los aspectos de nuestra vida.
• A ejemplo de San Pablo, “ urgidas por el amor de Cristo”, las hermanas nos hacemos todo a todas. (2 Co 5,14 -1Co 9,22)
• La espiritualidad cristocéntrica se traduce en un profundo amor de Cristo y en un celo ardiente por su Evangelio.
• Fieles a la humildad de nuestros orígenes, queremos vivir la pobreza y la sencilléz del Evangelio; la verdadera caridad se arraiga en la humildad. (Lc 17,10)
• La virgen María es nuestra modelo a seguir: de una fe profunda y de una confianza absoluta; una entera conformidad con el designio de Dios y una participación total en el misterio de la salvación; y un servicio atento y delicado a los demás.
• La oración nos ayuda a alcanzar a toda la humanidad y nos hace sensibles de las necesidades de nuestros hermanos. En la oración nuestros corazones se abren a la dimensión universal. Deseamos presentar a Dios en alabanzas y suplicas las alegrías, sufrimientos y necesidades de la humanidad.
• Llamadas a reconocer en cada una de las personas, el rostro de nuestro Señor Jesucristo.
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